vestía de todo y con suerte de la nada
se alimentaba del agua de su mirada
no se sentía amada y por eso lloraba,
cruzaba cada día solitaria la calle
la mirada sostenida aunque vagaba
en las penumbras siempre del alba
era ella, la solitaria y su triste valle,
pasaron los nuevos inviernos
llegaron pasados los vientos de otoño
pero sus ojos sin vida eran tiernos
y seguían anunciando que estaban solos.
Se alimentaba a duras penas
hasta su casi gris cabello
en suspiros eternos languidecía
por el que veía como a su bello.
Sus manos acariciaban la almohada
que antes sostuviera la mejilla
de aquel con el que siempre soñaba
y ahora silenciosa mira desde su silla.
Se ha escondido en sus recuerdos
que la llenan de sentido
aunque para el mundo ella sea
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